martes, 27 de diciembre de 2011

Breve Historia de un Gran Hombre (IV)

Álvaro Alonso Barba

El número de ediciones que en todos los idiomas civilizados se han hecho de las gloriosas y sutiles páginas del párroco de Potosí son testimonio de la curiosidad, primero; de la utilidad, después, y de la admiración, finalmente, que se han ido concentrando al través de tres siglos en torno a los descubrimientos que para gloria de España y provecho de la ciencia llevó a efecto D. Álvaro Alonso Barba.

Esas ediciones son: ocho españolas (la primera en 1640 y la última en 1852); cuatro hispanoamericanas (la primera, de 1817, en Lima), la última de 1925 (costeada por la munificencia del español D. Adolfo Prieto, Presidente de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, Sociedad Anónima); cuatro en Inglaterra (la primera en 1670 y la última de 1840) ; cinco en Alemania (la primera de 1676 y la última de 1767); cinco en Francia (la primera de 1729 y la última de 1752) ; tres holandesas (la primera de 1732 y la última de 1740); una de 1675, italiana, y otra norteamericana, de 1923.


La titulación de los capítulos enuncia con sobrada elocuencia cuán vasta y profunda fue la potencia investigadora del egregio español. Los colores y sabores de la tierra, los jugos, el alumbre, la caparrosa, la sal, el almojatre o amoniaco, la Napta ("que es un licor bituminoso blanco, y algunas veces se halla negro, es el que llaman Oleo Pettreolo, que atrae el fuego a sí, como la Piedra Imán al Hierro, con tanta fuerza que aun estando lejos de él se enciende"), el azufre y el antimonio, la margarita, el oropimente y la sandaraca, las piedras preciosas, la generación de los metales y sus accidentes, el oro, la plata, el estaño, el azogue, el cobre y el plomo, y en fin, mil particularidades vistas y estudiadas con positiva rareza de ingenio, desembocan en la parte segunda del libro, que está dedicado a enseñar cómo deben beneficiarse la plata y el oro y que es como la cumbre soberbia hasta donde se eleva la señera personalidad científica de Álvaro Alonso Barba, creador, descubridor e innovador de tan poderoso talento que sobre sus huellas han marchado muchos metalurgos insignes en todo el mundo.

El año 1932, la Escuela Especial de Ingenieros de Minas de Madrid hizo, sobre las planchas que habían servido para la edición de Monterrey y que D. Adolfo Prieto regaló a la Escuela, una soberbia edición del Arte de los Metales, que es como un timbre de gloria para la Metalurgia de España. «Este libro se dice justamente en el prólogo, por su propio mérito y como representación suprema de cuanto sobre el mismo escribieron sus predecesores, será siempre para todos magistral y para España un capítulo de los más auténticos en la historia de su pensamiento ... »

Ya muy anciano, el cura de Lepe entregó (1637) sus papeles y sus revelaciones a los servidores del Virrey. Con infinita emoción aguardó que desde Madrid le anunciaran la aparición de la obra. Resumía en ella toda su existencia.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Desconocimiento de la Historia

Antes de escribir cerciorate de lo que dices¡¡¡¡

Acaba de salir una nota de prensa en Terra-Noticias sobre la locomotora más antigua de España en funcionamiento, llamada La Verraco (http://noticias.terra.es/economia/2009/0803/actualidad/la-locomotora-de-vapor-mas-antigua-de-espana-reanuda-sus-viajes-turisticos.aspx).

Para los conocedores de nuestra historia ferroviaria hay que tener en cuenta que se cometen errores de bulto cuando no se contrastan las noticias con la historia, ya que:

La locomotora de vapor más antigua de España en orden de marcha es la locomotora nº 14 Clase C, tipo 0-6-0 ténder construida por Beyer Peacock en Manchester en 1875, adquirida por Río Tinto Co. Ltd en ese mismo año estuvo en servicio hasta 1973. En 2002 fue rehabilitada y desde 2003 está en orden de marcha en el Ferrocarril Turístico Minero de Riotinto, la segunda en antiguedad en orden de marcha es la nº 51 clase I tipo 0-6-0, construida en 1883 en Glasgow por Dübs que está en servicio, al igual que la anterior, en el Ferrocarril Turístico Minero de Riotinto desde 1997.

Desde aquí queremos hacer una llamada de atención a estas noticias erróneas y a todos los interesados en difundir este comentario en pro del patrimonio minero-industrial de nuestra provincia.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Breve Historia de un Gran Hombre (III)

Álvaro Alonso Barba

El año 1640, la madrileña imprenta del Reino daba a conocer una obra singularísima, resumen de todos los esfuerzos y de todos los hallazgos de aquel sabio. El título del sorprendente libro rezaba así: «ARTE DE LOS METALES.-En que se enseña el verdadero beneficio de los del oro y plata por azogue.- El modo de fundirlos todos, y cómo se han de refinar y apartar unos de otros. Compuesto por el Licenciado Álvaro Alonso Barba, natural de la Villa de Lepe, en la Andalucía, Cura en la Imperial de Potosí, de la Parroquia de San Bernardo. En esta obra iba inserta una vida entera.
El cura D. Álvaro, que quizá pudo ser racionero de gran provecho o deán de mucho ruando en Lima, prefirió unos curatos simplicísimos entre vericuetos plateros: primero en la ermita campesina de Tarabuco, que tenía jerarquía de parroquia y reclutaba fieles por el ancho territorio de los Charcas; después en la iglesita de Tiahuanaco; más tarde, hacia 1617, en Yotala, y por fin en San Bernardo de Potosí. Más contento que unas pascuas estaba nuestro sabio en la parroquia de Yotala, porque en aquella provincia de Los Lipes, y en «el famoso asiento de San Cristóbal había trabajado Alonso Barba durante varios años, y de las minas de Los Lipes procedían algunas de sus más finas experiencias científicas».
Pero aconteció que el Presidente de la Audiencia de La Plata, D. Juan· de Lizarazu, <>; en vista de ello, <>. Largo trato mantuvieron Lizarazu y Barba, del cual se engendró la altísima estimación con que el Presidente de la Audiencia de La Plata distinguía al genial metalurgo. Al entusiasmo de Lizarazu debemos el magnífico libro sobre el Arte de los metales, porque fue él quien «procuró con repetidas instancias, recargándole con el servicio del Rey y con el bien común de todos sus vasallos, reducirle a que sacase a luz un libro» sobre el beneficio de los metales; y lo hizo «Con tan particulares observaciones en lo que comúnmente se ejecuta; y con tan extraños y nuevos modos sobre los que hasta ahora se han seguido por los más famosos beneficiadores de esta Ribera del Potosí, que sin ningún encarecimiento me persuado que ha de ser el primero que en esta materia se ha escrito en particularísimo bien de estas provincias y servicio de Su Majestad».
Con estas palabras presenta Lizarazu al Supremo y Real Consejo de las Indias el libro del curita de la Villa de Lepe. El bien de las provincias de la Real Audiencia de La Plata obtuvieron de las observaciones e investigaciones de Alonso Barba no se podría hoy calcular con exactitud. El propio autor del Arte de los Metales, al poner su obra en manos del «señor Don Juan de Lizarazu, escribe estas palabras: «Los desperdicios de innumerables riquezas que la ignorancia ha causado, igualan, sin duda, y aun exceden a los tesoros que de estas Indias se han llevado y repartido por todas las regiones del mundo, cosa fácil de creer a quien tiene mediana noticia de estas materias.»

lunes, 5 de diciembre de 2011

Breve Historia de un Gran Hombre (II)

Álvaro Alonso Barba

Estaban los colonizadores ante la inmensa Cordillera de los Andes, laberinto de misterios, y allí escudriñaban los pliegues y repliegues de las montañas, henchidos de tesoros. «El ánimo codicioso de muchos aventureros- ha escrito un investigador español debió crecer hasta la vehemencia de un apetito incontrastable» al contemplar cerros como el del Potosí, del cual ha cantado el autor de La Araucana:

« ... el riquísimo y crecido

cerro del Potosí, que de cendrada

plata de ley y de valor subido

tiene la tierra envuelta y amasada.>>

Por tierras amasadas de plata iba a andar, con paciencia y devoción de sabio, y no con ambición de mercader, el cura de la Villa de Lepe. El metal argentífero se daba en el Perú con tal abundancia que dejaba estupefactos a los buscadores de minas. ¡Pero eran tan largas las distancias! ¡Y tan escasos los caminos! Por senderos inverosímiles había de llevar hasta Lima pequeñas cargas que tardaban en llegar a la capital mucho más de lo que exigían las continuas y apremiantes demandas del Virreinato y de las Empresas de colonización nacidas en torno al Virrey. De otra parte, los métodos empleados para beneficiar los minerales de oro y plata eran tan defectuosos y elementales, que una parte del tesoro, «desfigurado y esparcido en las moléculas del mineral», quedaba escondido.

Resultaba, por tanto, que entre la exigüidad de los medios de transporte y la precariedad del sistema seguido en la tarea del beneficio de los metales, se perdía prácticamente una gran parte de las riquezas peruleras. Era necesario, por consiguiente, acometer y resolver el doble problema: acrecentar el número y la velocidad de las comunicaciones y hallar una mejor manera de extraer de los maravillosos pedruscos mayores proporciones del tesoro guardado en su seno.

El Virrey encomendó la primera tarea a los que mayor entendimiento mostraban en el ingenio y sabiduría de los caminos. De la segunda fue encargado el cura de Lepe, D. Álvaro Alonso Barba: A partir de aquella hora, su vida consumía las horas en decir misa, rezar laudes, maitines, vísperas y completas, y perfeccionar largamente, pacientemente, el arte de los metales. Sin auxilio apenas de ninguna investigación anterior, sin más elementos que los de su prodigiosa capacidad observadora, recorría los montes y los valles, dialogaba con los indios para saber de ellos esas noticias que no suelen estar en los libros y que la divinidad parece revelar a los pueblos primitivos a lo largo de los siglos. Alonso Barba se reveló inmediatamente como un poderoso hombre de ciencia, en la más pura acepción ele la palabra. «El espíritu de invención -escribe Carracido- le sugirió un nuevo modo de beneficiar la plata en frío por medio del azogue... » <genio nacional imprimió en este invento tan profunda huella que aún hoy, transcurridos más de tres siglos, subsiste, revelando su primitivo carácter en todos los tratados de Metalurgia, sea cual sea el idioma en que se escriban.»